Oye voces. Se nota la cabeza pesada, como si hubiese bebido demasiado nihonshu. Sus párpados se empiezan a abrir...
-Tranquilo señor, no se incorpore tan rápido -escucha. El timbre de la voz le suena. Cuando consigue abrir los ojos ve la figura de una persona al lado suya. Pelo recogido en una coleta, bigote y una cicatriz en su mejilla. Se trata de Domoi, su asistente personal -¿Cómo se encuentra? -le pregunta cortésmente. Él se nota aún confuso y echa una mirada al lugar donde está. Parece una pequeña habitación desconocida para él, o eso cree.
-¿Qué... ha pasado? -pregunta Mamoru. -Eso mismo querríamos saber -responde una voz desde fuera. Estando tumbado como está sobre el futón no es capaz de ver más alla de Domoi, pero percibe la puerta corredera abierta y a alguien tras su asistente. Éste se levanta rápidamente dejando un hueco entre su señor y el recién llegado. Frente a un convaleciente Mamoru aparece un samurai de mediana edad, delgado pero no por ello débil, con un pelo castaño que cae a ambos lados de su cabeza por igual, ocultándole las orejas, en una corta melena. -Permítame presentarme. Me llamo Kitsuki Akikazu, magistrado esmeralda al servicio del Campeón Esmeralda, Kakita Toshimoko, y de su Excelencia, el Emperador. -Su reverencia es sincera. Mamoru repara en su mirada, inquietante como pocas, pues sus ojos son verdosos, pero dependiendo de la luz que les llega, o del ángulo por donde le mire, le parecen amarillos o dorados -Sé lo de vuestro padre... pero me temo que traigo más malas noticias, Mamoru-san. Vuestro tío, Yoritomo Katashi, ha fallecido.
El viejo ha muerto. Pero... ¿cómo? Él había querido apuñalar su bastardo corazón insensible, era cierto. Mas ahora recuerda que no lo había llegado a hacer. -¿Qué... le pasó? -pregunta.
-El té que habéis bebido estaba fuertemente cargado con una hierba somnífera. La dosis era lo suficientemente potente como para dejar a alguien inconsciente durante un día entero... En el caso de vuestro tío, dada su avanzada edad y su lamentable estado de salud ha sido demasiado. Lo lamento.
¿Envenenado? Mamoru parece no entenderlo todo... a no ser que...
-¿Su tío fue el que llevó a cabo la ceremonia del té? -pregunta impasible aquel samurai. Mamoru percibe algo en esa manera de preguntar. ¡Claro! Todo encaja. Aquel magistrado está tras la pista que él mismo ha seguido y que lo ha conducido hasta su tío. Pero si espera que él ayude a involucrarlo de alguna manera está equivocado. -Sí -responde lacónicamente. Su mente comienza a trabajar y se da cuenta de lo que el samurai acaba de deducir por su respuesta. Su propio tío se ha suicidado. Él sabe por qué pero el hombre que tiene ante él no. -Por lo que he visto en sus dependencias parece que le gustaba llevar a cabo la ceremonia con frecuencia. Me resulta más que raro que no se hubiese dado cuenta de que la cantidad que estaba usando de estas hierbas relajantes eran excesivas... ¿No le parece, Mamoru-san? -le pregunta entonces, como sin darle importancia. Pero sus ojos no dicen lo mismo.
-No sé a dónde quiere llegar -responde mintiendo descaradamente. El magistrado asiente ligeramente. -Puede que le sorprenda, pero estoy empezando a pensar que la muerte de su padre y de su tío están muy relacionadas. No puedo dejar a obra de la desdicha que vuestro tío haya muerto justo varias horas después de que una explosión accidental haya destruído el barco que capitaneaba vuestro padre... aún más cuando ambos sabemos lo que transportaba... ¿no le parece, Mamoru-san? -dice conservando una fina y delgada línea en sus labios, que pretenden adoptar un gesto amenazador.
-Tenga cuidado... Akikazu-san. Está llegando a unos límites un tanto cínicos -contesta ocultando su desagrado.
-Mis disculpas si le he ofendido Mamoru-san. He de retirarme por ahora. Le aconsejo que descanse hasta que se encuentre mejor. Volveremos a vernos -dice mientras se despide con otra reverencia.
-Desde luego... -susurra Mamoru.
-Tranquilo señor, no se incorpore tan rápido -escucha. El timbre de la voz le suena. Cuando consigue abrir los ojos ve la figura de una persona al lado suya. Pelo recogido en una coleta, bigote y una cicatriz en su mejilla. Se trata de Domoi, su asistente personal -¿Cómo se encuentra? -le pregunta cortésmente. Él se nota aún confuso y echa una mirada al lugar donde está. Parece una pequeña habitación desconocida para él, o eso cree.
-¿Qué... ha pasado? -pregunta Mamoru. -Eso mismo querríamos saber -responde una voz desde fuera. Estando tumbado como está sobre el futón no es capaz de ver más alla de Domoi, pero percibe la puerta corredera abierta y a alguien tras su asistente. Éste se levanta rápidamente dejando un hueco entre su señor y el recién llegado. Frente a un convaleciente Mamoru aparece un samurai de mediana edad, delgado pero no por ello débil, con un pelo castaño que cae a ambos lados de su cabeza por igual, ocultándole las orejas, en una corta melena. -Permítame presentarme. Me llamo Kitsuki Akikazu, magistrado esmeralda al servicio del Campeón Esmeralda, Kakita Toshimoko, y de su Excelencia, el Emperador. -Su reverencia es sincera. Mamoru repara en su mirada, inquietante como pocas, pues sus ojos son verdosos, pero dependiendo de la luz que les llega, o del ángulo por donde le mire, le parecen amarillos o dorados -Sé lo de vuestro padre... pero me temo que traigo más malas noticias, Mamoru-san. Vuestro tío, Yoritomo Katashi, ha fallecido.
El viejo ha muerto. Pero... ¿cómo? Él había querido apuñalar su bastardo corazón insensible, era cierto. Mas ahora recuerda que no lo había llegado a hacer. -¿Qué... le pasó? -pregunta.
-El té que habéis bebido estaba fuertemente cargado con una hierba somnífera. La dosis era lo suficientemente potente como para dejar a alguien inconsciente durante un día entero... En el caso de vuestro tío, dada su avanzada edad y su lamentable estado de salud ha sido demasiado. Lo lamento.
¿Envenenado? Mamoru parece no entenderlo todo... a no ser que...
-¿Su tío fue el que llevó a cabo la ceremonia del té? -pregunta impasible aquel samurai. Mamoru percibe algo en esa manera de preguntar. ¡Claro! Todo encaja. Aquel magistrado está tras la pista que él mismo ha seguido y que lo ha conducido hasta su tío. Pero si espera que él ayude a involucrarlo de alguna manera está equivocado. -Sí -responde lacónicamente. Su mente comienza a trabajar y se da cuenta de lo que el samurai acaba de deducir por su respuesta. Su propio tío se ha suicidado. Él sabe por qué pero el hombre que tiene ante él no. -Por lo que he visto en sus dependencias parece que le gustaba llevar a cabo la ceremonia con frecuencia. Me resulta más que raro que no se hubiese dado cuenta de que la cantidad que estaba usando de estas hierbas relajantes eran excesivas... ¿No le parece, Mamoru-san? -le pregunta entonces, como sin darle importancia. Pero sus ojos no dicen lo mismo.
-No sé a dónde quiere llegar -responde mintiendo descaradamente. El magistrado asiente ligeramente. -Puede que le sorprenda, pero estoy empezando a pensar que la muerte de su padre y de su tío están muy relacionadas. No puedo dejar a obra de la desdicha que vuestro tío haya muerto justo varias horas después de que una explosión accidental haya destruído el barco que capitaneaba vuestro padre... aún más cuando ambos sabemos lo que transportaba... ¿no le parece, Mamoru-san? -dice conservando una fina y delgada línea en sus labios, que pretenden adoptar un gesto amenazador.
-Tenga cuidado... Akikazu-san. Está llegando a unos límites un tanto cínicos -contesta ocultando su desagrado.
-Mis disculpas si le he ofendido Mamoru-san. He de retirarme por ahora. Le aconsejo que descanse hasta que se encuentre mejor. Volveremos a vernos -dice mientras se despide con otra reverencia.
-Desde luego... -susurra Mamoru.
No hay comentarios:
Publicar un comentario